Hermann Bellinghausen: Cercanía del vértigo

0

Conozco el vértigo. Desde que me acuerdo, tengo. Episodios a lo largo de mi vida, uf, en manojo. Este comenzó cuando alcancé la escalera de caracol en aquella altura que hasta cierto punto he olvidado. Me vi en lo alto de una arboleda que se perdía hacia abajo en la bruma. Un familiar engarrotamiento me punzó las piernas, paralizante y eléctrico. Como decía, conozco la sensación espantosa y sus cautelas. Ataca en pretiles, campanarios de iglesias antiguas, azoteas sin barandal, o aunque lo tengan, al borde de un acantilado, en determinadas ventanas abismales, elevadores transparentes, escaleras de emergencia, postes de bombero y la rueda de la fortuna en las ferias de pueblo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *