Hermann Bellinghausen: Vermeer en Teuchitlán

El periodista Lawrence Weschler llevaba más de 20 años escribiendo para The New Yorker cuando viajó a La Haya en 1999 a cubrir el juicio del genocida serbio Dusko Tadic (y otros en ausencia, pero con orden internacional de captura) en el Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra establecido en la ciudad holandesa. Allí se asomó con vértigo al horror de las guerras balcánicas, ocurridas poco antes en el corazón de la civilizada Europa. Antonio Cassese, jurista italiano que presidía el tribunal, durante un almuerzo lo orientó hacia la pintura de Johannes Vermeer exhibida en el museo Mauritshuis de Delft y el Rijksmuseum no lejos, en Ámsterdam. Como se sabe, los preciosos y precisos lienzos de Vermeer transmiten una paz luminosa, una soñadora melancolía en retratos de mujeres, escenas cotidianas y paisajes de Delft.